miércoles, 21 de septiembre de 2011

La Santera. (II)

Llegó cierto día, como tantos otros. Llamó a mi puerta en busca de una habitación en la que quedarse.
-No por mucho tiempo- me dijo- no me quedaré mucho por aquí...
Preguntó si quedaba alguna habitación libre en la pensión...pues claro que la había, llevaba meses viviendo sola en aquel enorme caserón. La gente ya no iba nunca por aquella cara de la colina. Todos vivían en el ensanche, de cara al mar. Pocos nos habíamos quedado en la parte vieja...
"No por mucho tiempo" era una frase que con los años había oído decir infinidad de veces a mucha gente. 
Cada noche antes de dormir miro por el balcón y les veo a todos vagando por las calles, otros tuvieron más suerte...a esos les mataron antes de que pudieran enloquecer. Una puñalada por unos billetes recién llegados, un mal negocio con los jamaicanos, acercarse a la mujer a la que no debían...
Él era distinto, después de unos meses coleccionaba cicatrices, tenia a todos los antillanos buscándole y cada noche visitaba a Sola.
La llamaban Sola, porque así se llamaba la isla en la que nació: La Sola. 

Odio imaginarme todas las veces que se habrá acostado con esa zorra, reina de las supersticiones de esta cloaca de ignorantes. Llevo semanas viendo como sale cada noche y camina calle arriba en dirección a su casa. Enfermo imaginando que clase de oscura alquimia habrá usado para cegarlo, para que no se de cuenta de que le está engañando cada noche, para que no sepa que poco a poco le va consumiendo.
Sueño con ellos en la duermevela, le veo a él atrapado entre sus brazos, luchando por respirar entre su pelo. En mi sueño estoy escondida, no pueden verme...pero se como acaba el sueño: ella levanta la mirada y la clava en mi, entonces puedo notar con cada pupila un alfiler atravesando mi pecho.






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