viernes, 22 de junio de 2012

Que pasa artemaníacos? A continuación, la primera entrega de una serie de poemas ilustrados e ilustraciones rítmicas, arrítmicas y desesperadas, perpetradas a pachas por el poeta maño Arturo González Laborda y un servidor, que dibuja, maqueta e imprime tarjetas (no visas). Lleva por título "Incertinumbra", y esperamos que guste y angustie a partes iguales...

          
         Incertinumbra 
   I.


He visto a la muerte mirándome          con iris de vidrio


haciéndome guiños                  señalándose el pecho.


Hundidas cuencas de ojos       


como pozos sin agua
                                                                       
                                                      ni luna.


Negro sobre negro,      más negro


y aún más profunda      la oscuridad 


sin porte ni leyenda.


Astillas para hoguera    


suspendiendo el instante
          
          de subir
         
          de bajar
         
          de llamar a las puertas del cielo.



lunes, 2 de enero de 2012

Pasajeros.




Eché un vistazo al cuaderno y a la pluma que había tirado en el asiento contiguo.
Hacía semanas que no abría el cuaderno ni utilizaba aquella pluma,sin embargo, me seguían acompañando a todas partes.
La muchedumbre salía de los trenes y entraba en los ascensores que subían por la estructura de titanio y cristal hacía la azotea, dónde los transbordadores esperaban en sus muelles la hora programada para el despegue.
Titan, Europa, Ío, Caronte...cada uno lucía el símbolo del planeta al que pertenecía el satélite de destino pintado en el fuselaje.
Destinos mejores que seguir aquí abajo dónde hacía años que no veíamos las estrellas.
La vi entrar en uno de los elevadores. Cuándo las puertas se cerraron se dio la vuelta y tras la estela que dejaron sus cabellos con la luz crepuscular al volverse, aparecieron sus ojos de un marrón claro que por acto de la luz filtrada a través del cristal se transmutaban al color de la miel mientras observaba el sol desaparecer.
Después posó su mirada sobre la mía. No sentí la necesidad de apartarla, no era una de esas ocasiones en las que mi indiscreción y curiosidad habían sido advertidas por un extraño como un acto de voyeurismo, como una transgresión de su espacio personal.
Había una cálida confianza en sus ojos. La calidez que da los años de amistad o la que da una noche tras otra compartiendo el calor de la piel desnuda.
Puede que mi melancólica mirada rayando con lo suplicante hiciese que ella correspondiese con una afectuosa y benevolente sonrisa dibujándose discretamente en las comisuras de la boca.
Observó mis cosas mientras su sonrisa se abría ligeramente dejando entrever lentamente como su lengua jugueteaba con los dientes con suavidad...con gesto de divertida curiosidad.
Volvió a clavar sus ojos en los míos. Por algún extraño truco telepático o engaño psicológico que emanaba de su mirada sentí la necesidad de volver a abrir ese cuaderno y hacer correr la pluma sobre las hojas en blanco mientras su ascensor comenzaba a elevarse.












En aquel preciso instante , mientras notaba como mi espalda se pegaba al respaldo con la aceleración, supe que no volvería a verla jamás.
El tren me llevaba al extrarradio otro día más flotando sobre los raíles magnéticos, burlando a la gravedad.
La hubiese seguido a cualquier parte.