Tormenta de verano.
Hoy ha anochecido y sobre el mar los relámpagos han aparecido para llevarme con ellos. Los truenos de una tormenta de verano son distintos de los de otra tormenta. Más suaves, más cálidos...
Desde el tejado de casa veo como se acercan, veo como las nubes parecen brotar del horizonte y elevarse teñidas con los residuos del crepúsculo, mezclándose con el color violáceo del cielo, tiñendo la atmósfera de verde radioactivo.
Siento el viento fresco y húmedo levantarse, marinero que viene de visita. El sonido de los truenos retumba en las cuevas, en los acantilados... y el manto de lluvia se acerca golpeando la superficie del mar molesto con el tiempo. Bajo las escaleras y fumo hasta que las brasas del pitillo comienzan a sisear con las primeras gotas, miro arriba: viene una tormenta de verano y eso me pone de buen humor.
Las tormentas de verano, esas tormentas cálidas y densas. No creo que lo sean por ser verano, son cálidas y son densas porque vienen llenas de recuerdos... Tienen la extraña capacidad de transportar fragmentos de tiempo.
Entro en casa, me tumbo en la cama con las gotas ya golpeando con fuerza en las persianas, es un golpeteo metálico en esas persianas nuevas de aluminio...prefería el sonido de las gotas contra aquellas viejas persianas marrones de madera, que dejaban entrar el olor a tierra mojada del solar que había al lado de aquella casa.
Es mi primera tormenta de verano fuera de aquella casa. Hacía tiempo que no la echaba en falta pero hoy es uno de esos días. Uno de esos en los que recuerdo el terror que me causaban las siluetas dibujándose en la noche con los destellos de los relámpagos en mi niñez. En los que respiraba profundamente el aire fresco de la tormenta contando los días para volver al norte a reencontrarme con la luna.
Recuerdo los veranos en aquella casa y los inviernos. Recuerdo mi vida en aquella casa. Sigue pareciéndome un sueño extraño pasar por delante de ese montón de escombros. Esa montaña de cascotes de cuyo aspecto es imposible desentrañar lo que antes fue mi hogar, las paredes que me protegieron todos esos años, ahora en pedazos, mojados bajo la tormenta. Esa tormenta que siempre me conseguió apaciguar hoy calienta mi sangre y desenmascara esa faceta oscura, impotente e iracunda que duerme en mi mente.
El aire de las tormentas y lluvias de verano es distinto... El cabecero de mi cama está justo debajo de la ventana de mi habitación y es una pasada acostarme con la ventana abierta y sentir el frio y el olor de esas noches de verano cuando llueve o hay tormenta...
ResponderEliminarY el dibujo es una pasada... me ha encantado!!!
gracias M...q agradable es q alguien comente!
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