La araña.
Me repito una y otra vez que no debo envenenarme, que no hay motivos para ello. Es difícil conviviendo con ella.
Estuve muchos meses fuera, fracasar requiere tiempo, cuando regresé a casa ella ya estaba allí. Tardé semanas en percatarme de su presencia, fue necesario un catalizador que la pusiera de manifiesto. Como carnaza en el agua para atraer a los tiburones fue la inseguridad que emanaba de mi ser a todas horas lo que la hizo salir de su rincón. Ahora me doy cuenta de que puede que hubiese estado allí toda la vida y que probablemente hasta me había seguido todo el tiempo que había estado vagando. En mis sueños me asaltan lo que creo son recuerdos: la veo caminar por las paredes y ocultarse rápido bajo mi cama o en algún cajón abierto, escondiéndose entre mi ropa, dejando un rastro invisible en todas mis cosas. Mi propio grito me despierta y siento el horror, la desorientación del despertar y el pánico al no saber si sigo tumbado en mis sueños cuando veo sus patas aparecer por el borde de la cama.
Una por una sus ocho patas van apareciendo, caminando por mi almohada hasta detenerse ante mi cara, se acurruca entre ellas y me mira. Sabe que me ha dominado, sabe que la temo. Es consciente del poder que tiene sobre mi esa toxina que me inocula casi a diario, lo hace por diversión y porque yo soy incapaz de resistirme, estos meses han hecho de mi un personaje apático...desidioso.
Se cansa de observar divertida el horror en mis ojos y se pone en marcha, arrastrando su peludo y flojo abdomen por mi pómulo, caminando sobre mi cara en dirección a mi yugular.Entonces me pica, desaparece entre las sábanas y despierto arrancando otra capa al sueño.
El sudor baja por mis sienes, resbala por mi cuello en el que algo me arde aún y forma charcos bajo las clavículas. Noto el dolor y el calor del veneno corriendo por venas y arterias, llegando hasta la última célula. Siento la taquicardia y sin poder siquiera parpadear por la parálisis veo de reojo algo ocultándose en la sombra.
Entonces la primera lágrima se mezcla con el sudor mientras miro el techo y pienso: esta no es forma de vivir...